PILAR LOJENDIO
UNA POETA CON VOZ PROPIA
Blanca Hernández Quintana
Introducción a “Te busco desde la
aurora”
Ediciones Nueva Gráfica (2004)
Ediciones Nueva Gráfica (2004)
Abre tu voz
a la lluvia, hoy
y tu oído a
la simiente que crece.
Esconde mi
cara en tu pecho
en el vello
apretado de tu piel para que aliente en ti
mi cariño
[...]
Escribe
Femando G. Delgado en 1970 una crítica a raíz de la publicación de Almas de piedra de Pilar Lojendio, en la que hace un repaso a su trayectoria poética,
aún incipiente, y en concreto a su primer poemario Ha llegado el esposo, y
resalta el efecto que tuvo ese libro tan convulsivo y provocador en una época
no acostumbrada a oír poemas amorosos y eróticos en boca de una mujer y en una
sociedad burguesa “que no entendía de estas cosas, y a la que le irritaban e!
erotismo, el desenfado, la sinceridad, la espontaneidad” de un libro que rompía
los moldes establecidos y despertaba la poesía escrita por una mujer a terrenos
vedados hasta la fecha.
Pilar
Lojendio [Santa Cruz de Tenerife, 1931-1989] publica en 1964 su primer libro, Ha llegado el esposo. Desde muy joven comienza a escribir poesía. Se
introduce en las tertulias del momento y se pone en contacto con los poetas de
la época. Cronológicamente, su quehacer literario se desarrolla en torno a la
llamada generación del mediosiglo, aunque la autora traza una trayectoria
poética muy personal e intimista, no exenta de temas relacionados con la
preocupación existencia!, que plantea cuestiones como la del paso del tiempo,
el sentido de la vida o el dolor y el sufrimiento ajenos, entre otros, en
combinación con un estilo que se orienta a un lenguaje experimental y
simbólico. En 1969 sale a la luz Tres poetas, y un año más tarde Almas de piedra. Con La lengua del gallo, en 1985, la autora cierra su trayectoria
poética. En 1990, la antología Invierno de la piel recopila gran parte de su
obra, incluidos varios libros inéditos hasta la fecha, entre ellos el que aquí
presentamos, Te busco desde la aurora. Aunque el poemario aparece en la
antología mencionada, esta edición presenta la novedad de que es la primera vez
que el libro se publica en su integridad como volumen aparte, y que se han
respetado los cambios y las correcciones que la autora apuntaba en su
manuscrito.
Hablar
hoy en día de erotismo y sensualidad en la poesía escrita por una mujer no
resulta nada nuevo. Pero hablar de erotismo y sensualidad —como leemos en los
versos de Pilar Lojendio que encabezan este prólogo— en unos poemas escritos
por una mujer en la década de los sesenta, y más aún en Canarias, es impensable
porque trastoca moldes establecidos, y, tal vez, nos resulte comprensible ese
efecto provocador del que nos hacemos eco. De este modo desarrolla Pilar
Lojendio su poesía, sin proclamarse abanderada de ninguna causa común.
Consciente o inconscientemente, relata su mundo que, a la vez, coincide con el
mundo silenciado de muchas mujeres y que no es otro, ni más ni menos, que el de
una persona que comienza a hablar de su experiencia personal como mujer
Podríamos
afirmar que en Te busco desde la aurora, escrito entre 1964 y 1967,
encontramos todas las inquietudes de la autora. Su temática va desde la
maternidad y el amor a su esposo o el dolor ante la pérdida de un hijo a otras
cuestiones no menos trascendentales que el paso de los años plantea al ser
humano. Así dicho, no se entendería el carácter provocador con el que se tildó
su poesía, pero Pilar Lojendio se hace con un lenguaje especializado en romper
los obstáculos que impedían a las mujeres hablar de sí mismas con total
honestidad, y suponemos que no le resultó nada fácil hacerlo en una época en la
que el papel de la mujer seguía limitado a su labor de madre y ama de casa, y
cualquier intento de acercarse a la poesía se consideraba como un divertimento,
algo que no pasaba de ser un juego, un juego cuyas normas venían definidas por
el recato, las buenas formas y un tono comedido:
...
sí te espero impaciente
desde
la aurora,
desde
la primera peluca
caída
a una muñeca [...]
y
tus dedos se enlazaron
muchas
veces con los míos
húmedos
de la misma lluvia.
La
autora es pionera en Canarias en romper esa tradición, para tender un puente
hacia una poesía que le permite recomponer las estructuras que hasta la fecha
han conformado la temática tratada por las escritoras, y, de este modo,
profundiza en su realidad interior, defendiendo un nuevo espacio en donde poder
hablar de sus deseos, de su sentir, de su cuerpo de mujer, todo ello elaborado
con un lenguaje en sintonía con los postulados simbolistas y con la impronta
surrealista, que se irá impregnando de un cierto hermetismo según avanza su
carrera poética:
Azul
amarillo, verde,
rosa,
negro, blanco,
la
caja rebosa cuentas
una,
dos, tres [...]
Suenan
en tus ojos
azules
y rosas y verdes,
estás
soñando campanas.
Su
desafío a las clásicas fórmulas de versificación y la libertad de formas, muy
apegada a la estética surrealista, parecen reflejar un aparente alejamiento de
la impronta realista, pero esto queda saldado con la alusión a realidades muy
concretas y cotidianas.
La
escritora canaria combina su quehacer literario con su labor de esposa, ama de
casa y madre. Tuvo cinco hijos y aprovecha estas vivencias para volcarlas en su
escritura, pero va más allá de la mera técnica descriptiva, para ahondar con
voz propia en un mundo tradicionalmente de mujer, tratado en la literatura
durante siglos, con mayor o menor acierto, por el hombre. Así, nos habla de “la
ropa blanca” que guarda cada día, del “niño que tose”, del “pantalón roto” y
del “dedal de tu abuela”. En esta poesía, Pilar Lojendio se convierte en sujeto
activo y en voz testimonial en primera persona. Sorprende su capacidad para
narrar o, simplemente, nombrar sucesos y objetos nimios y cotidianos con una
gran carga expresiva y simbólica, como si, sin esperarlo, las imágenes se
apoderaran de la mirada, para reflejar a través de éstas su estado de ánimo:
es
duro rendirse
y
mirar la jaula así
y
sentirse tan niña
tan
angustiosamente niña;
los
suspiros que no se nombran:
sueños
grises
traídos
del asfalto de la calle
sueños
de mar y de orillas,
sueños
de playa;
las
miradas que se pierden, la rutina en que se envuelve su vivir:
cuesta
rendirse y callar
y
hacerse sorda
a
las cosas diarias
a
las cosas triviales
a
la silla del comedor
desencolada,
que
expresa su deseo al marido al llegar a casa y le pide su
[...]
paz
y
una sonrisa,
y
una flor y un poco de lluvia
y
una montaña negra,
y
también
caricias
a tu cuerpo.
Este
afán innovador encuentra su expresión no sólo en la recreación de mitos y de
símbolos sino también en el carácter sensual y erótico, que aparecen envueltos
en un gran intimismo, lo que supone el descubrimiento de un nuevo modo de
expresión y de ver el mundo en la poesía escrita por una mujer, sin caer en
sentimentalismos ni sensiblerías. En sus versos nos habla de sus “pezones
erectos”, de la “caricia de tu muslo”, de la “oscuridad” de la “noche en la
alcoba”, de “dedos húmedos de la misma lluvia”... En la poesía de Pilar
Lojendio, en general, y en este libro en particular, encontramos una fuerte
feminidad. Su universo poético se llena de una fuerza especial, con la que se
hace eco de su voz de mujer, y bajo esta peculiar óptica, bajo la óptica de su
ser femenino, trata una serie de cuestiones como la maternidad. Así, llora el
desconsuelo por su hijo perdido:
pero
tengo huellas estampadas
de
pies diminutos
indelebles
y tremendas huellas
de
rostros dormidos en mi seno.
En
esta voz de mujer encontramos un símbolo que sintetiza muy bien la manera de
observar y expresar el mundo: es la ventana. Ya Carmen Martín Gaite realizó un
estudio, en el que reflexiona acerca de la relación tan especial que se
establece entre la mujer y las mujeres. La ventana, espacio de meditación y
reflexión, lugar de liberación, pone en contacto el mundo interior con el
exterior. Y Pilar Lojendio se asoma a ella para descubrimos sus pensamientos,
no sólo en este libro sino en toda su trayectoria poética:
asómate
al sendero
y
fortalece tus pies.
Y
es la ventana, quizá, lo que le hace pensar el mundo o inventarlo; es en la
ventana, tal vez, donde se reconoce y deposita sus silencios:
y
ensanchar el alma
con
la cuna pequeña
y
el olvido en la ventana.
Y
por ella deja pasar ese brote de optimismo y vitalidad que acogen sus versos:
Y
la luz siempre,
siempre
abierta, siempre quieta
en
tu ventana abierta,
Pero
la ventana se convierte también en la cuna de todos sus sueños, sueños
imposibles, sueños soñados y no contados. Y se asoma a la ventana para hablamos
de sus
pobres
sueños dormidos,
de
sueños
grises
traídos
del asfalto de la calle (...)
y
así se nos antojan sus versos, sus sueños apoyados en el alféizar de una
ventana, esperando el momento de ser contados.
La
gran energía que desprenden sus poemas la descubrimos tanto a la hora de tratar
el tema amoroso como al adentrarse en los territorios de lo trascendente, ya
que su escritura posee una sensibilidad personal que le lleva a profundizar en
la realidad sin ninguna limitación, y a considerar la existencia humana fuera
de la dimensión temporal, con una gran riqueza y complejidad, fruto de una
observación universal que atiende a las preocupaciones del ser humano:
Si
supiéramos de verdad
qué
es lo que tiene importancia
quizá
lo dejaríamos todo
lo
de ahora,
dejaríamos
los libros, los papeles,
la
almohada.
Nos
burlaríamos de nosotros mismos
de
afanamos tanto,
de
las sombras calladas
y
el dolor de los muebles (…)
Esta
proyección a lo social con un contenido de preocupación existencia!, acorde con
el espíritu del tiempo, viene acentuada por un cierto tono nihilista que, lejos
de caer en la desesperanza y en la angustia, se va haciendo con una estructura
indefectiblemente poética de inmensa fuerza y vitalidad. Es como si la
solución, tal vez, estuviese en replantearnos todas aquellas cosas que nos
enseñaron, en confundir los límites de la realidad con la frontera con lo
ficticio, en cambiar determinados hábitos, manidos, de vida, o en invertir las
rampas cerebrales por las que paseamos a toda prisa para, de una vez, dejar de
ser
amorfos
y olvidados
y
asi no
tendríamos
prisa
y
nos gustarían los montes
y
el agua
y
retozar como corderos '
y
nos gustaría la tierra
(…)
y
llenaríamos de árboles el mundo (…)
El
resultado es la sensación de una fresca libertad, como una enorme sonrisa, de
ésas que duran años, apagadas, ya, en un mundo de formas tan anquilosadas, el
resultado es el de proponemos profundas reflexiones sobre la universalidad de
la verdadera naturaleza humana.
Acabado
el siglo xx, vemos cómo la poesía de Pilar Lojendio se ha hecho un hueco dentro
del panorama literario en Canarias. Su principal aportación la encontramos en
su autenticidad moderna y apasionada, en su apuesta por un estilo que se fundamenta
en la libertad de formas y en la experimentación con el lenguaje, con un
espléndido manejo de la palabra poética, y, sobre todo, en su postura
arriesgada a la hora de tratar temas relacionados con la mujer, abriendo de esa
forma nuevos puntos de vista, nuevas perspectivas bajo las que expresar
sentimientos y maneras de concebir el mundo, siendo fiel a su identidad como
persona, y alisando el camino a las voces de futuras autoras, que se van
asentando y encontrando su sitio poco a poco, como ya lo ha hecho Pilar
Lojendio, en el devenir literario en Canarias. Esta pluralidad y variedad de
puntos de vista favorece a la literatura, ya que la enriquece y atiende a
cierto relativismo que impregna las ideas y permite reinterpretar los temas
según la mirada de la autora. Como ya anunciaba Virginia Woolf, este tipo de
escritoras ha ido dando la oportunidad para que la poetisa muerta que fue la
hermana de Shakespeare vaya recobrando el cuerpo del que tan a menudo se ha
tenido que despojar.
No
hacen falta mil páginas para hablar de un escritor. No nos hacen falta mil
páginas para hablar de Pilar Lojendio. Dejémonos atrapar por sus palabras, por
su fuerza lírica, que ellas sí van a ser capaces de decirlo todo, van a ser
capaces de recordamos, en un mundo plagado de mensajeros de la nada y en el que
no hay tiempo para la poesía, que es la literatura, y sólo la literatura, la
única que puede libramos de caer en la más absoluta idiotez y salvarnos de la
estulticia. El resto es silencio, el silencio que dejan los sueños de todas las
personas que soñamos:
y
yo digo que hoy
puede
ser igual que siempre
para
cambiar los cantos
y
los ruidos,
yo
te digo que hoy,
no
es cualquier día [...]
No hay comentarios:
Publicar un comentario