Artículo de Domingo Luis Hernández.
Tagoror de las Artes y las letras.
El día, Santa Cruz de Tenerife. 14 de julio de 1985
|
Pilar Lojendio: Apuntes acerca de una trayectoria poética
Domingo Luis Hernández
Imagen: II Feria de la edición.
III Encuentro de editores en Canarias
|
Esas capacidades
nuevas, en efecto, se rastrean en la vía organizada (entre otros poetas de los
50) por Pilar Lojendio. Era la vía del versolibrismo y de la expresión inusual
de sí. Ahora bien, si en el caso de Pilar Lojendio la afectación impresa en los
escritores del entorno se torna en espontaneidad y coloquialismo, como ocurre
con muchas realizaciones de Félix Casanova de Ayala, el alucinante principio de
la madurez en Arozarena, sin duda el poeta más representativo de la generación
de los 50, se inscribe en el dominio de la expresión, de las imágenes, la
escritura y las palabras; todo ello auspiciado por un ejercicio de
investigación singular y sin fisuras a lo largo del tiempo. La madurez de
nuestra poeta surgirá más tarde (1970) con la implantación de parecida
necesidad.
2.-- El transcurso
poético de Pilar Lojendio se inicia, pues, con el cuestionamiento introducido
por la generación de postguerra hacia los años 50. Antes, hacia mediados de los
años 40, había participado, con cierta lejanía, en las tertulias (como «La
Gaditana») que agrupaban a miembros de la generación vencida (Pérez Minik), con
la que resultara de la postguerra (Julio Tovar, Rafael Arozarena, Enrique Lite,
Pinto Grote...). Y, en una tertulia preferentemente masculina en la que había
sólo dos o tres mujeres (Altita Cáceres, Maud Westerdahl), leyó los primeros
poemas. El signo de su feminidad la arrebataba desde entonces, cosa que produjo
su arribo apabullante desde los primeros poemas de 1954 en Gánigo. Después de entonces, retazos de su libro más 'original y
llamativo surcaron páginas de periódicos y revistas locales hasta su
publicación (julio de 1964) por «Gaceta
Semanal de las Artes», página literaria del periódico La Tarde que más o mejor recibió sus colaboraciones: Ha llegado el
esposo fue el inicio de una labor poética confirmada en la revista Caracola de Málaga (1965) y el premio
«Julio Tovar» de poesía en 1969 por Almas
de piedra. El impás que sucede a los años iniciales de los 70 se ve roto
por promesas de libros inéditos hasta el presente (como Te busco desde la aurora), nuevas colaboraciones en la prensa y
algunos recitales poéticos en el inicio del decenio citado... Su figura, de
máxima actualidad en los años 60, languidece después hasta su más reciente
poemario, La lengua del gallo
(ACT/POESIA, 1984).
3.— Primeras definiciones.
El tono que esgrime
Pilar Lojendio en los poemas de mediados de los 50 que se reúnen en Ha llegado el esposo asume las características
de un lenguaje sencillo y coloquial no exento de claves negativas pero que en
su conjunto imprimen una fuerza y coherencia apreciables. Tales poemas son los
que amparan los primeros juicios críticos y los que conjugan las primeras
definiciones. Los críticos de entonces son casi unánimes. Alfonso García Ramos
destacaba entonces (1955) «su espontánea crudeza dentro de la corriente amorosa
de su lírica», y Fernando G. Delgado defendía como singular la anárquica forma
de escribir de la poeta aun refiriéndose al trabajo impreso en Almas de piedra.
En tal sentido, quizá sean las palabras de la propia Pilar Lojendio las que
mejor avalen sus actitudes: «Busco la sencillez, la naturalidad... Mi poesía es
realista, intuitiva. Odio el detalle superfluo. No me interesa una poesía orquestal.
Escribo completamente “liso”. Pretendo “hablar con el corazón”». (Entrevista de
María Pilar Tináut en La Tarde,
1966).
En efecto, estos
detalles son los que definen la primera iniciativa poética de Pilar Lojen dio
que alcanza hasta el año 1969. ¿Qué significa este aserto inicial? Al menos en
Ha llegado el esposo (1964) la correspondencia formal y temática se imbrican de
manera perfecta. El resultado es, quizá, el libro más interesante (aún hoy) de
la poeta y uno de los más sugerentes del momento. La sinceridad formal y
expresiva en ese caso se aunan en el conjunto para ofrecerse de manera total.
La aportación poética es incuestionable como principio de apertura en su
tiempo: la esponteneidad surte el efecto de una ruptura" que conmociona al
contorno. Todas las miradas se detienen sorprendidas a observar los resultados
del enfrentamiento cabal de la poeta (enfrentamiento también esgrimido como
compromiso esencial por Isaac de Vega en Fetasa)
y la incoherencia académica de sus límites. Este es, repito, uno de los logros
más apreciables de la poesía de Pilar Lojendio, es decir, el extrañamiento del
conjunto. Más reitero también la verdad que la complementa: Ha llegado el esposo es un libro total
cuya unidad temática define el volumen. Si la espontaneidad recorre sus límites
poéticos, la auscultación sincera y sin remanentes tradicionales abunda en la
ruptura: la verdad del «amor» consuena en él no como orden de «inventos» y
trivialidades sino como realidad palpable y sensual. Que la expresión poética
sea en este caso traslación espontánea del sujeto al papel es un logro, pero
(en lo sucesivo) su reiteración es peligrosa. Y eso es lo que se comprueba en
el inédito Te busco desde la aurora
(del que he podido apreciar varios adelantos impresos en páginas de los
periódicos del momento). En él se continúa la temática esgrimida en Ha llegado el esposo, mas la necesidad
de nuevos aportes, lícitos y lógicos por lo demás, cuestionan el proceder
poético. La monotonía, el vacío, la soledad, la muerte Dios..., que son
esenciales en el conjunto efectivo llamado Almas
de piedra, contradice! el esquema unitario ofrecido en el primer libro. Lo
que fue —y ha permanecido como tal— el máximo acierto de la poeta pudo haber
operado un efecto dilatorio de madurez porque le espontaneidad y la anarquía
formales auspician más contra dicciones, procesos y resulta dos a corregir que
logros, en este caso.
4.-- Segunda definición. Y en efecto, Pilar
Lojendio descubre que la esencialidad poética sur ge de la conjunción de dos
procesos: el eructo de sí y el crecimiento
a partir de la poesía misma. Esta ambivalencia ro tunda
es lo que la convierte de nuevo en punto de referencia con Almas de piedra (1970) que obtuvo el más prestigioso premió de
poesía de las Islas, el «Julio Tovar», en
1969. Si el andar en la noche y
equivocar el camino era el conjunto que definiera (en lo semántico y en lo
expresivo) el libro inédito citado, el desasosiego sigue presente en éste como
base de reflexión ontológica (metafísica, como la crítica del momento apuntó);
pero también la dedicación oficial forma parte del volumen para apurar la nueva
dialéctica de la poeta y su segundo libro importante. La evolución de su
madurez es estimable en este momento y, repito, no sólo por las aperturas de
significado sino también por la reflexión material. Es decir, el extrañamiento
es la mejor arma que define a Pilar Lojendio, pero el
extrañamiento ahora comienza a
ser conscientemente poético.
En 1972 (11-XI) la
poeta definió su propia expectativa al contestar a una pregunta de Juan Pedro
Castañeda (coordinador de «Culturama») de manera tajante: «Ha llegado el esposo ya no me gusta (...). No tiene unidad y la unidad
me parece importante en un libro de poesía». Los resultados también son apreciables:
en una reseña de «La Gaceta Literaria»
reproducida en EL DÍA (9-1-1971)
se comprueba el aserto: Poesía mágica —venía a decir el
reseñador— que se sitúa en los límites auspiciados por el grupo surrealista de
la preguerra y que recorre un camino delimitado por lo íntimo y lo misterioso.
El tono es tenso y grave. Los poemas surgen de la necesidad de relativizar con
trabajo la incoherencia múltiple. Las palabras asumen la expectativa de sí
mismas y del espacio que las sostiene.
5.-- Pilar Lojendio
abre el camino de una perspectiva poética cuyos resultados se pueden soslayar
ahora. El enfrentamiento cabal consigo misma (cosa que le causó algún problema
de censura) produjo también una ruptura temática apreciable. Contradecir los
esquemas relativos a la escritura sobre el amor o la exposición de asuntos que
afectan al individuo como lo hiciera ella, le valieron el apoyo explícito y
moral de los escritores más importantes de ese momento y la de los vivos de la
vanguardia. Domingo Pérez Minik y Julio Tovar fueron los que más prodigaron su
acceso a la impresión. Otros de la generación siguiente, como Fernando G.
Delgado o Arturo Maccanti, brindaron su escritura crítica para abordar su obra.
Pasado el tiempo, las realizaciones poéticas de mujeres como Cecilia Domínguez,
Charo Martínez, Dulce Díaz Matrero, Olga Luis o Dolores Campos-Herrero aprecian
el esfuerzo de la actitud singular de Pilar Lojendio. Su obra más intensa se
juzga por el esfuerzo de producción más claro del retrato verdadero y
consecuente de sí. De ello, repito, saben el desgarrado urbanismo, la soledad,
el desasosiego, el impulso vital y suicida de Dulce Díaz Matrero; la am
bivalencia visceral entre desgarradora e irónica de Charo Martínez, y la
incorporación de recursos rutilantes de los mass-media,
la pasión descarnada, crítica y erótica de Dolores Campos-Herrero. «Esta
feminidad —escribía un columnista de La
Tarde (10:111.1955) refiriéndose a una lectura de Ha llegado el esposo en el Ateneo de La Laguna— no reside en una
forma blanda, ni tampoco en un sentimiento delicuescente, ni en una queja
sostenida, ni en una cuerda única amorosa, ni en el menor resabio de
sufragista. Es psicológicamente femenina».
6.-- ¿La lengua del gallo es el final? Cabría
plantear ahora las estrategias personales o las de una cultura que campa por
sus fueros incongruencias, in-conclusiones, frustraciones, desapariciones,
olvidos y demás denuestos. ¿Este es el caso de Pilar Lojendio? No anotamos su
muerte poética, más libros suyos pueden ver la luz, pero es inevitable resumir
(desde su escasa obra publicada) que, no obstante los aciertos anotados, el
transcurso se abre a la necesidad de una precisión poética definitiva. En tal
sentido, el resumen más certero de su expresión está en La lengua del gallo (ya citado). En él se inmiscuyen de nuevo
asuntos formales dichos acerca de Almas
de piedra y, conjuntamente, Ha
llegado el esposo. A veces la espontaneidad, la imprecisión censora,
trastoca recursos y posibilidades que en 1970 rozaban la perfección. El
extrañamiento sigue siendo la norma, pero la madurez impresa no sólo en poetas
de su contorno generacional a la que ella contribuyó (como Rafael Arozarena)
sino también en las nuevas generaciones de poetas hacen que el recurso de la
anarquía (logro poético esencial en su obra precedente) amengüe el resultado de
lo que pudo ser un libro descomunal. En efecto, La lengua del gallo, retoma la unidad reclamada por la poeta al
principio de los 70 y apresura su tránsito por la depresión de los asuntos
personales y metafísicos. El calor y el frío, la germinación y la decrepitud,
la juventud y la vejez, la vida y la muerte, el tiempo... abrigan la vía de la
contradicción definitiva del poeta y de todos. Domingo Pérez Minik (EL DÍA, 29.1.84) dijo certeramente que
este gallo de Pilar Lojendio es «el gallo héroe de una tragedia». En efecto, la
tragedia final se cierne sobre él. La pelea, la arrogancia (vital y sexual,
incluso), la pasión... languidecen. En Ha
llegado el esposo las botas sucias del marido (p. 25) encendían la
posibilidad fructífera de encuentro; aquí las botas relucen limpias (p. 19)
como el sol. La noche y el mar consuenan como otros dos símbolos esenciales en
el libro. La noche como vacío, el mar como lugar de retorno y conclusión. En
Almas de piedra finaliza el tránsito así: «Luego la luz nos mezclará a
todos/para cernirnos en la mar»; aquí «la lengua que gime en la gota de lluvia
(...rodará en las arenas/rodará entre los mares». Al final del tiempo los límites
de la luz y la sombra conducen al equívoco del contraste. El orden, la fuerza,
la pasión (rojo) del gallo y la decrepitud de la noche suenan igual.
Domingo-Luis
Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario