Tres poetas (1969)




TRES POETAS
Edición de la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Santa Cruz de Tenerife. 1969
Ilustraciones de Pedro González



Poemas recitados por sus autores en la Sala de Arte y Cultura de la 
Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Santa Cruz de Tenerife


RAFAEL AROZARENA

PROCLAMACIÓN DEL FUEGO
La
estepa desbarrigada, mortal
estepa de nieve
pura de mármol toda
o soledad
que ante mis ojos milenarios crece.

Donde el árbol estoy.
Y es caricia el suave
roce del viento
por la corteza de viejo abedul
de hombre o poeta.

En la soledad
si alguien existiera yo sería
el pan de mi ardiente cercado.
Pero sólo el viento pasa
milenio tras milenio
y raya mi cuerpo.

Por ventura mi sangre fue encendida con un sueño
un atisbo de sol traspintado
como leve
girasol de los días cual vez de mi sino.

Azar de tierra muerta donde mi vida arraiga
donde el amanecer fue un cirio
un párpado de luz sobre la brizna del ser,
ascua para encender.

Así mi cuerpo crujió, mi leña ardía
y el viento arreciando con furia
hízome antorcha de mí.

Así
mi sangre fue quemada por ventura.

Si alguien existiera y sería
el pan de mi ardiente cercado.
Y en realidad es o soy el fuego
gracias al viento.
Diz que pasa milenio
tras milenio.



DOMBO
Después de la simiente sea la eclosión vertical.
El Verbo asciende multicolor y tornasola
(ya veis la convivencia)
plumas negras o blancas
de mirlos, cuervos y lechuzas.
Yo mismo, nosotros
en el arco celeste como justa acrobacia
recurvando la risa
otras veces el llanto. Es inevitable.
Suavemente los dedos repasan el domo en la máxima altura
y descansan tristes en las grandes efemérides.
No las estrellas,
con más pulimento las puntas de las flechas
o simples guijarros esferoides
o las balas, se incrustan.
Hemos descubierto la gran fábrica de los días
pues los días se hacen con seres de sangre.
Se aplastan, se trituran contra las paredes y surgen
las tardes enrojecidas y las hermosas auroras.
Nuestros dedos tocan a veces las abandonadas cabezas de los niños,
los ojos visionarios de los orates
o el corazón destrozado de un guerrero.
Y el mediodía, del día puro de luz como nuestras canas incipientes,
"Midi le juste" valeryano,
en simple moneda se convierte.
Así nuestras plumas blancas se tornasolan
así descendemos por el domo
en el crepúsculo dilatado sobre Europa,
 sobre la Tierra, hacia la tierra,
pelirrojos, ignívomos y veloces en la desesperanza.
Si no, en un punto cualquiera
tratad de tocar el arcoíris.




LA CATEDRAL 69
Ajeno soy a lo que es mío
mientras ladran los perros y los monjes salmodian.
Un gallo de luz picotea en la vidriera
y los santos
imprimen sus colores en mis ojos.

Es fuego, sol y sangre al rojo vivo lo que asciende
como cálida protesta por la blanca noche
por el frío del cielo y el aire desnudado.

¿Dentro de quién oramos?
De este interior percibo los cuatro horizontes en ruinas
donde los nuevos apóstoles cuelgan los niños de barro con alas de plata.
Y duele constante la música
de la mudez, la noche y el sigilo del tiempo.

Bajo las níveas losas
los muertos forman un río de muertos
un gran muerto de paz o un río de petróleo
y arriba, desterrado el crisantemo,
en la cúpula negra se ofrenda el sonido
de coronas metálicas.
Las mujeres gritan sus vivas a los muertos
mientras ladran los perros y los monjes  salmodian
y los niños de barro baten sus alas.

(El Señor presidente ha marcado la hora de la función. El señor presidente y su lacayo han puesto sus botas sobre la fría losa y el trigo no podrá nacer.
 - Señor presidente, por favor...)

Un gallo de luz picotea en las vidrieras
los santos imprimen sus colores en mi rostro
y es fuego, sol y rojo vivo lo que asciende
como cálida protesta.
Ajeno soy a lo que es mío
mas, por llanto
oro y canto a gritos en la nave
de tan alta y oscura catedral de la nada.
Afuera queda la palabra
como un látigo caricioso
en las cuencas vacías de los incrédulos.





PILAR LOJENDIO

EL GRAN ESPEJO
Has perdido tu memoria
¿Quién podrá ayudarte
si la locura no tiene valor
si las lágrimas no tienen valor?

Nuestro enorme espejo te devuelve
en cada diferencia de mundo
en cada tragedia de amuleto
en cada virginidad perfumada
revestida de solemnidades

Como el callado de la playa
te convertiste en pasado
en paisaje de pancartas
en campo de muertos
con la profanación a cuestas

Ahora empieza tu castigo
mientras haces uso de tus marcas
ahora es mucho mayor
mientras cuentas
mientras te arrodillas en tu propio funeral

Puedes ser juez de tu propia velada
montar el andamiaje
para tu propio divertimiento
y nadar pesadamente el vado
y recoger el eco de tu cuerpo en una concha

Puedes olvidar
puedes enloquecer
ovillarte entre tus propios jirones
y adormecerte
pero no puedes doblegarte



EL AVE Y EL HOMBRE
El pájaro quedó tras los barrotes
esperando al hombre
pero el hombre estaba lejos
el hombre estaba detrás de los colores
condicionado por los colores
el hombre estaba muy lejos
quedado para siempre detrás
detrás de todas las ternuras
Y el pájaro esperaba tristemente
mientras el hombre revolvía con su dedo
sin llegar al fondo jamás
capacitado incapaz para serse útil
y llegaron los libros maniatados
luego la voz se volvió
en una llanura de huesos repartidos
y el hombre asustado quiso ser ave
para compartir su jaula
para hacer el folklore de la muerte
la voz de la muerte
pero el pájaro negó su ayuda
porque convertirse en flor
ha de ser sin compañía

Y se abismó ante los colores
ante los colores del hombre
ante la primera llamada del final

y llegaron los espacios inútiles
porque el encierro no sirvió para nada
convertido en espacio limitado
y el acero no devolvió la libertad
y la libertad seguía en su jaula
mientras el hombre lejos
Dormía
Dormía
Dormía
soportando el peso de todos los colores


LA RAMA DEL ÁRBOL
... El árbol del espacio. Duerme el hombre.
 Al fin de cada rama hay una estrella.
Noche: los siglos.
Dámaso Alonso

Al final todo volverá sobre ti
sobre tus siglos de tierra amanecida
para formar los cuerpos con las manos
y llenarse de barro fatalmente
como entonces todo estará lleno de horas
de minutos de días enteros para el descanso
de miradas satisfechas de conclusiones
de odios ante los altares pobres de la infancia
todo lo pequeño cabrá y lo grande
para derrumbarse luego
nosotros recogeremos la pesadez del tiempo
en una hucha de caridad hecha promesa
en una luz permanente y activada
en un recio aldabón soñado
con las palmas hacia arriba
y un ansia de gigante permitido
prometido desde el azul de cada estrella
caeremos con tu amor de masa
con tu enorme amor dosificado en masa
las llanuras lo compensarán todo entonces
cuando volvamos la mirada y no veamos
y la ligereza nos haya superado
el alba enriquece la molicie del despertar
y acurruca en el seno de la tierra todas las cosas
desde la epifanía del esqueleto
con el haz de flores asido a las costillas
hasta el terror de la supresión sin forma
pero tú volverás minusculado
con morbosidad de adolescente
volverás a buscar la savia vieja
para formar los destellos suaves
de tu antiguo monumento.




FERNANDO GARCÍA RAMOS

CRÓNICA DEL MAR
Nace el mar temprano; temprano espera.
Ya están los hombres
que buscan el pez pausadamente.
Es domingo. Puede decirse
que todavía el mar es soledad.
Hay una limpia llanura sosegada.
No hay viento
que agite la costa,
que inquiete los tarajales.
Pronto, empieza a poblarse el mar.
Gentes de isla arriba
llenan el litoral,
abarrotan la piedra.
De la mañana a la noche,
la playa hierve,
los caminos son pocos
para el tránsito.
Música de transistores
casi ahoga la voz del mar.
El mar escucha,
se deja hacer.
Hay tiendas de colores,
automóviles y salvavidas,
enlatados, cascaras,
botellas de vino, toallas
que gritan, niños que corren.
Hasta que empieza a caer la noche.
Entonces, la caravana inicia el éxodo
del regreso.
Los últimos faros
pasan lentamente.
Poco a poco, el silencio crece.
Ha bajado la marea hasta el límite.
Nuevas rocas surgen.
Hay una calma total,
una paz exacta.
No se gasta el mar; nunca envejece.




CARTA, AL POETA JOSÉ AGUSTÍN
Te escribo desde las rocas,
desde la mar te escribo.
El cielo es hoy azul; la espuma, blanca.
Todo parece perfecto.
Pero el cielo debería estar rojo,
tener cicatrices;
las piedras no estar llenas
de silencio.
Te hablo desde la mar,
desde el viento salobre.
Sé que han muerto las gaviotas,
que hay gente colgada
en aquellas casas de la cumbre,
entre su lluvia y su soledad.
Amigo Goytisolo:
tanta poesía me da tristeza,
tanto cantar hueco,
tanta palabra deshabitada.
Hay que romper los bombos,
la trampa, ya,
el cartón de los milagros.
Te escribo aquí, en las peñas.
Hay estranjeros por la costa,
turistas
que no saben de la misa la mitad,
que no se enteran.
Adentro, en el filo de la mar,
los pescadores
no sé si barruntan la esperanza.


EL VIENTO
Pese a todo,
las puertas se abren,
las clausuradas puertas
de goznes malditos,
de cerrojos oscuros,
de hierro en el fondo del alma,
de rejas y clavos enterrados.
Oh muros desbocados,
oh muros locos, oh ruinas
llenas de hierba,
oh columnas salomónicas destruidas.
Oh muros vírgenes
de balas y golpes, y de llantos.
Que nadie lamente
las torres sumergidas:
se trata del derribo,
se trata del desplome,
se trata del final y del principio.
Se trata del marfil
roto en pedazos,
se trata del poeta y tanta gente...
Se trata del silencio que germina;
de allí donde
perduran los salmos moribundos;
de allí donde respiran
las palabras.
Que nadie olvide esto:
Habrán nuevas torres levantadas,
nuevas puertas,
nuevas cerraduras,
pero el poeta se queda en la calle,
pero el poeta está ya en el campo,
ya en la plaza,
y vendrá el viento, sin demora,
a llevar su voz por los caminos.






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